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¿Es posible que mi matrimonio religioso no funcione bien porque es nulo?

matrimonio¿Para qué me sirve pedir la nulidad matrimonial si no pienso volver a casarme por la Iglesia Católica?

¿Para qué quiero la nulidad de mi matrimonio si no soy creyente ni practico?

¿Qué pensarían mis hijos de nosotros, si se enteran de que no fuimos capaces de casarnos bien?

Por mis hijos no voy a pedir la nulidad, bastante han sufrido ya y no quiero que sufran más.

Creo que no tengo fuerzas de volver a revivir otro proceso similar al de la ruptura.

Cuando uno lleva escuchando a muchos matrimonios comentarios y preguntas, cada una de ellas, me hacen plantearme la importancia de reflexionar sobre ello.

 Hay algo que por experiencia me dice que el desconocimiento y la confusión que tienen algunas personas sobre relatos y comportamientos en las parejas que, buscando terapia para no separarse o para recuperarse después de una separación o divorcio, se pueden encontrar con otro problema de fondo mayor y diferente al  que creían traer al acudir al Gabinete Sophya. 

La decisión de casarse bien no es fácil. Hay un tanto por ciento de parejas que se casan sin estar suficientemente maduros uno de los dos o los dos. En otros casos la decisión de casarse fue precipitada, frívola o forzada. Muchas veces llevados por una idea nada real de cuáles son las responsabilidades que suponen crear una nueva familia. Con esta matización quiero decir que no todas las parejas saben y están preparadas para casarse por la Iglesia y con el “para siempre” que esta institución plantea. Casi todo lo  deriva de este principio, se presupone o incluso se ignora. Pero al ser algo de vital trascendencia moral, jurídica, social y personal es preciso detenerse y hacer una reflexión.

 

“Para casarse bien, no basta con estar enamorados y querer tener un proyecto en común con unos hijos. Casarse bien es muchísimo más. Las tres cosas primeras que se necesitan son: madurez vital, estabilidad sentimental y toda la libertad personal del mundo”.

 Sin estas tres premisas es imposible navegar juntos para siempre en la misma barca.

Cuando estos aspectos tan fundamentales, los novios y las familias en general, no cuentan con ellos, y deciden casarse son la antesala de situaciones posteriores más negativas que positivas. La consecuencia de la ausencia de estas premisas será el origen de una permanente infelicidad casi desde el principio de la unión. Y, con el desgaste del tiempo, hará que las parejas terminen por buscar su ruptura matrimonial como única solución posible. La idea de que todos los casos de ruptura son iguales es tan pueril como decir que todas las familias son iguales. Podemos encontrar muy diferentes situaciones ante un mismo hecho:

 

    • La falta de formación mínima de lo que supone romper el matrimonio. Con el añadido de precisar las diferencias sustanciales que conlleva el estar casado por la Iglesia Católica o solo por lo civil.
    • También hay que tener en cuenta que no es igual estar casado con hijos o sin ellos. 
    • Tampoco es  lo mismo pedir la separación que pedir el divorcio y las consiguientes consecuencias civiles, religiosas y familiares de  cualquiera de estas decisiones.
Por ello, vamos a analizar muy básicamente cuáles son  las diferencias de los tres tipos de vínculos matrimoniales cuando se tramita su ruptura:
    • Pedir la separación -que por cierto, no existe esta figura jurídica en todos los países del mundo- es solicitar la “suspensión de la convivencia matrimonial, sin romper el vínculo de un matrimonio  válido”. Con esta petición,
  “El vínculo matrimonial queda suspendido de manera indefinida, pero sin romperse”.
    • Pedir el divorcio, es romper el vínculo existente de un matrimonio válido. De esta manera,
 “El vínculo matrimonial queda disuelto para siempre”.

En este post no voy a entrar en la trascendencia jurídica, familiar y personal de cuando se pide la separación o el divorcio con hijos de por medio, sean menores o no. En ese caso, la ruptura puede llegar a tomar un carácter dramático y complejo de resolver y se merecería un post aparte.

Centrándome en el contexto de ruptura matrimonial con o sin hijos a cargo, es posible encontrarnos con matrimonios nulos. Me refiero a todos aquellos matrimonios que les ha faltado, en el momento de su unión matrimonial eclesiástica, alguno de los requisitos para que su unión matrimonial fuese válida.

Curiosamente existen matrimonios que nunca fueron válidos. Aunque desde el principio tengan todo el aspecto de haberse celebrado sin ningún tipo de problema y parecieron acordes a la validez de dicha unión a los ojos de los demás.

Estos matrimonios no válidos desde el principio pueden ser de contrayentes que, habiendo mantenido una vida familiar e incluso habiendo tenido hijos en común, entre ellos nunca ha existido un vínculo religioso válido que les convirtiera en marido y mujer unidos sacramentalmente bajo el ritual religioso en el que participaron de una manera no plena. 

Esto significa que realmente nunca fueron marido y mujer, aunque hayan vivido, se hayan tratado como tal  e incluso hayan sido padres. El ritual del matrimonio católico genera un esposo y una esposa. Cuando ambos participan de él desde el sentimiento y la convicción religiosa que demanda este sacramento. El hecho de participar en ello a través de la boda en una iglesia no es muestra de que se haga desde el convencimiento y la fe que requiere ese acto. 

Es posible que alguno o los dos de los contrayentes lo hagan por convencionalismo social o por dar gusto a terceras personas. Pero si en su interior no participan de los requisitos de dicho sacramento estaremos ante una conducta alejada del compromiso personal en dicho acto religioso. Esto aunque no lo muestren o lo comuniquen públicamente en ese momento.

Los procesos de nulidad son diferentes a los procesos de separación o divorcio. Las personas autorizadas (abogados y jueces) para tal fin también son diferentes. Ante una declaración de nulidad, lo que realmente se produce no es una realidad nueva,  sino que solo se declara que nunca existió verdaderamente un matrimonio cristiano válido.

Para la Iglesia Católica, la unión matrimonial Sacramental es indisoluble. Por lo tanto, una declaración de nulidad no es un mal llamado “divorcio de los católicos”,  sino que es un expediente de nulidad para el esclarecimiento de la verdad después de una búsqueda exhaustiva de la misma hasta el mismo momento de su casamiento.

Puede que la pareja se creyera casada, pero nunca lo estuvo. Por ello, tienen ambos una cierta obligación moral  de rectificar su expediente matrimonial religioso.

 “Todos los matrimonios  que son declarados nulos son siempre uniones matrimoniales dentro de una ceremonia por la Iglesia Católica. Pero no todos los matrimonios celebrados dentro de la Iglesia Católica son nulos. Y tampoco pueden anularse a demanda de quien lo pida, como algunos creen o les conviene pensar…”

Es importante detenerse en un matiz. El hecho de que existan matrimonios nulos, no siempre están por ello obligados a solicitar un proceso de nulidad. Es un tema no solo muy personal, sino que abarca el ámbito de la conciencia de cada uno de ellos.

Cabe aclarar que la Iglesia Católica recoge diferentes circunstancias para valorar la posibilidad de una nulidad matrimonial. Pero dada la profundidad y especialización de los casos.

 Una vez explicados mínimamente estos conceptos, debemos acercarnos a los profesionales especializados en este ámbito jurídico. Aun habiendo evitado entrar en las consecuencias y trascendencias de cada uno de  los conceptos, sí es recomendable que, a partir de la lectura de este post, las personas que están pensando en casarse, se conciencien  más y mejora de dónde están, qué es lo que quieren y qué es lo que no quieren en su vida matrimonial futura,  antes de dar el paso para contraer matrimonio.

Con cierta frecuencia, se suele solicitar en el Gabinete Sophya una consulta de asesoramiento matrimonial, que puede acabar derivando en evidentes indicios de en una posible nulidad matrimonial, partiendo de parejas con problemas matrimoniales  importantes, y que está su unión en peligro o ya están separados. Es entonces cuando recomendamos acudir al Tribunal de la Rota,  de la mano de abogados especialistas en esta materia del Derecho tan delicada. 

Hay parejas que no quieren ni empezar a hacer la consulta o, habiéndolo hecho, no toman la decisión de poner en marcha la demanda de nulidad. En muchos de estos casos, la razón es que no lo hacen por sus hijos. Este es un prejuicio a veces invencible. Porque se parte de la sensación de que los hijos van a sentirse mal por haber nacido fuera de un matrimonio válido y no quieren hacerles pasar por ello.

Otro prejuicio es que lo pasaron tan mal en el proceso de separación o divorcio que solo recordar aquella etapa de su vida y tener que volver a tener contacto sobre este tema con su ex pareja, no quiere ni planteárselo.

Ambos razonamientos son emocionalmente muy humanos, pero carecen de peso moral. La búsqueda de la verdad de la vida íntima es algo muy importante. Para la paz interior consigo mismo y en relación con los demás. Tanto los contrayentes sin hijos,  como los que tienen hijos deben buscar la paz a través de la verdad, aunque duela. Probablemente con el tiempo termine siendo esa verdad un bálsamo muy potente para  heridas de todo tipo que nunca llegaban a cerrarse. 

Una declaración de nulidad después de un proceso honesto y leal es el resultado de la búsqueda de la verdad de un matrimonio. Que, aunque se celebró en su momento, uno de los dos o los dos contrayentes no estaban preparados para casarse eclesiásticamente por motivos ocultos o viciados que no se supieron ver en ese instante.

 

 

 

 

 

 

 

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Reciclaje profesional, la alternativa al cambio

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Cuando no sabes si cursar un máster para dar un giro profesional a tu carrera, aprender un idioma o lanzarte a emprender, entre las opciones que se ofrecen en el Gabinete Sophya proponemos el PROGRAMA DE RECICLAJE PROFESIONAL, junto a esas alternativas de crecimiento profesional y personal.

 

 

 

Parafraseando a  T. S. ELLIOT:

“Sólo aquellos que se arriesgan a llegar a más, descubren lo lejos que se puede llegar”.

 

El Programa de Transición o reciclaje profesional  se apoya en el enfoque Talento Propio:  “Inspirar la identificación del talento,  potenciarlo y facilitar la transición que lleva a ejercitarlo profesionalmente, en coherencia con cada proyecto de vida, en armonía con el entorno y con conciencia social.”

 

Somos testigos de la evolución de los entornos profesionales desde el inicio de siglo, donde el nuevo paradigma es que lo único estable es el cambio y nuestro valor  en el mercado lo marca lo resilientes que seamos, para superar los obstáculos con agilidad.

“La vocación profesional es algo que se va concretando a lo largo de la vida, no pocas veces el que empezó unos estudios, descubre luego que está mejor dotado para otras tareas, y se dedica a ellas; o acaba especializándose en un campo distinto al que previó a principio; o encuentra, ya en pleno ejercicio de la profesión que eligió, un nuevo trabajo que le permite mejorar la posición social de  los suyos, o contribuir más eficazmente al bien de la colectividad; o se  ve obligado por razones de salud a cambiar de ambiente y de ocupación”.

 

Los cambios implican una mudanza de hábitos, en la vida personal o profesional. Y significa cambiar la manera de hacer las cosas y cambiar rutinas. Habitualmente escuchamos frases como “me cambio de piso”, “cambio de pareja”, “me cambio de empresa”, “me cambio de coche”, “me cambio de apartamento, de Jefe, …”, “me cambio de oficina”, situaciones a las cuales nos adaptamos -mejor o peor- a lo largo de la vida. Al cambiar una rutina sentimos un “desajuste”, como que no estamos acostumbrados, nos cuesta.  Y es que el miedo a los cambios suele ser un miedo a los finales.

 

La inversión o el RETO es en el hacer- puede ser energía, esfuerzo, disciplina, dinero, etc.- necesario para incorporar nuevas rutinas en el tiempo.

 

Aquí es cuando se requiere fuerza de voluntad personal o determinación empresarial, para seguir con el cambio hacia el objetivo marcado. Pasado un tiempo, la sensación de “desajuste” y el esfuerzo desaparecerán de forma paulatina y el nuevo hábito se va integrando en nuestra rutina o en la empresa.

Dado que el contexto económico internacional ha llevado a muchos profesionales, entre la población más joven con acceso al mercado de trabajo,  a buscar alternativas laborales con movilidad internacional, los profesionales con estudios universitarios muestran una mayor predisposición a la movilidad internacional. La posibilidad de enfrentarse a nuevos retos profesionales también es un factor para salir de España. Se trata de un objetivo que no se centra tan solo en encontrar un nuevo trabajo de forma inmediata, sino también en mejorar la preparación de cara al futuro,  aprender un nuevo idioma o perfeccionar uno ya conocido.

Llama la atención la coincidencia entre la necesidad de cambio en lo profesional impuesto por la dificultad de encontrar trabajo y la “discontinuidad” en la sociedad multicultural. Hoy la vida es considerada como turismo: no hay continuidad, sino discontinuidad; caminamos sin una dirección fija. El lema de un motorista lo expresa muy bien: “No sé adónde voy, pero quiero llegar rápidamente allí”. En la literatura se habla de la “oscuridad moderna”, del “caos actual”. El cambio cultural requiere personas con Talento: conocimiento y aptitud: cualificación técnica específica y carácter: actitud.

 

Y dado que la queja es permanecer en nuestra “zona de confort”, no sirve de mucho mirar hacia atrás, sino adoptar una actitud positiva.

Es importante saber escuchar los cambios de mentalidad, junto a las propias ideas. El ser humano no cambia en los deseos: lo exótico, lo especial. Se busca  lo apetecible, lo que me gusta y me va bien y también buscamos lo “seguro”: Quiero que alguien me diga con absoluta certeza cuál es el camino a recorrer, y que otro piense y decida por mí.

Cuando se ha dicho que “el hombre moderno es un gitano”  que no tiene hogar: sí tiene una casa para el cuerpo, pero no para el alma. Su estado es de falta de orientación, inseguridad, y también de soledad. Sin embargo la actitud es aceptar los cambios culturales, como tiempos nuevos y de cribar lo antiguo que no nos sirve.   “En toda la historia del mundo hay una única hora importante, que es la presente”, dice Bonhoeffer.

 

Parece que vivimos un cambio de era:

¿Entramos en una nueva etapa de la humanidad que reclama un nuevo modo de hablar, de explicar, de actuar y por tanto de trabajar.

 

En los ritmos de la naturaleza, se le llama “lírica”, a los tiempos en que la persona se prepara antes de retomar la siguiente  actividad.  Esta lírica se puede materializar en el:

¡párate y piensa!

 

Noemí Merchán Yuste

Asesora de estudios y carrera profesional para jóvenes

Asesora de transición profesional y talento para adultos

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Si te atrae la maledicencia, ¿Tú en qué lado estás?

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“La maledicencia es una extorsión al honor de las personas”

“…el poder persuasivo de la maledicencia es esa capacidad corrosiva que poseen las mentiras para infiltrarse en la realidad y envenenarla hasta acabar configurándola a su antojo. Así, el poder de la maledicencia engendró una verdad quizás inexistente alimentada por recelos e insinuaciones malévolas…” (Juan Manuel de Prada, XL Semanal 11/nov/2018)

“Nunca podrá estar peor considerada la palabra “verdad”, como cuando una noticia falsa se utiliza con vehemencia basada en medias verdades o en mentiras encubiertas de transparencia”.

Cualquiera de nosotros podemos acabar por ser una persona malévola si utilizamos un hecho o nos inventamos un dato íntimo negativo sobre alguien con el fin último de manchar el honor de una persona.

Este tipo de información envenenada ciertos medios de comunicación de la prensa amarilla (prensa, TV, documentales…) saben difundirla muy bien. Ellos lo hacen porque es su negocio y saben que este tipo de noticias se venden y se esparcen muy bien entre ciertas personas.

También existen ciertos productos en formato de libros de corto recorrido disfrazados de biografías no autorizadas o de autobiografías ficcionadas. Su objetivo es usar el posible efecto corrosivo de la maledicencia sobre el papel. Casualmente se suele hacer hacia ciertos personajes públicos a pesar de saber que el éxito de su publicación suele tener un recorrido muy corto.

En las relaciones presenciales, la maledicencia ha dado también mucho de sí en los despachos, aseos y pasillos del entorno laboral. En todos los trabajos hay ciertas personas con una capacidad verbal de alta persuasión que les gusta hurgar en la vida de los demás. También sienten envidia del bien ajeno y utilizan su locuacidad para manchar la imagen de alguien que no les gusta en determinado cargo.

Para ello gastan todas sus energías en terminar por echar a esta persona de su propio ámbito laboral a base de decir maledicencias sobre dicha persona. Las mentiras se extenderán después entre los compañeros de trabajo con la intención clara de que llegue a las personas de alto rango laboral.  Una vez que hayan destruido la imagen que pueden tener de esos sujetos inconvenientes.

Los que construyen este tipo de noticias no saben diferenciar entre el espacio de la vida privada de los demás, sus propios juicios de valor y su necesidad tóxica de manchar o arruinar la vida de otras personas. O quizá sí lo sepan diferenciar y puede que en ello radique su motivación vital.

“Para este tipo de personas, las cosas ocurren, según su propia medida y no transcurren como han sido en realidad, sino como ellos lo narran a los que les escuchan o leen”.

Conjeturar de forma maledicente sobre la vida de los demás es no respetar los motivos íntimos y reales que una persona tiene para actuar de una u otra manera. Aunque no se esté de acuerdo con esa persona.

Usar la maledicencia es ver “La vida de los otros,  según el color del cristal y la lupa con que les quieres ver y así lo quieres contar”.

Hay gente que también usa la maledicencia, para ser el centro de atención de chismes, cotilleos o noticias morbosas, pero que siempre son  noticias difamantes.

Todos estos tipos de perfiles de publicaciones realizados por autores que son de lo más variados y están bien localizados socialmente. Ellos siempre cuentan con algún “alma cándida” que cae en la fácil trampa de su tela de araña.

Las “almas cándidas” que caen en este tipo de difamaciones, calumnias y faltas al honor de terceras personas, suelen tener una muy básica formación intelectual. Además, tienen un muy bajo nivel de tolerancia, mucho tiempo libre y una educación basada en el cotilleo y los rumores. Esto les hace incapaces de entender que la comunicación auténtica es la mejor forma de búsqueda de la verdad entre personas maduras, sanas y adultas.

Los que les siguen, suelen ser personas cobardes que prefieren aceptar como cierto lo que sea, antes que buscar el verdadero sentido de esa información. Y no queriendo correr el riesgo de descubrir que alguien les ha mentido o que alguien les ha hablado mal de otro, y así no tener la obligación de defenderlo frente al maledicente.

La persona que vive de tejer una telaraña informativa sobre otro, no hace nada más que aplicar el refranero español con empeño y saña: “Cuando el río suena, agua lleva”.

No es realmente tan importante que lo que se diga sea cierto y se pueda demostrar o no, como que pueda ser creíble, morboso y dañino. Si para conseguir su verdadero objetivo, que no es otro que el pretender demostrar al mundo su propia hegemonía sobre el desprestigio de su víctima, se lleva a otras personas por delante como daños colaterales, no lo dudará ni un solo minuto.

Curiosamente, son personas que no suelen ser ejemplares en sus conductas, en sus proyectos laborales o personales, en sus relaciones familiares o sociales. Y es ese fracaso personal lo que los lleva a necesitar desprestigiar a otros a cualquier precio.

Para ello utilizará sus dotes persuasivas comentadas al inicio con tal de encontrar un lugar que, de forma natural, no han logrado en su vida. Una vez conseguido su objetivo, es decir, una vez hecho el daño sobre la persona que se habían propuesto, saben que deben seguir alimentando el rumor que sembraron. Continúan engordando la primera mentira con otras más, para que así se mantenga su noticia en el tiempo. Esto le proporciona estabilidad en la posición que ha logrado situarse como poseedor de la información maliciosa que un día provocó el escándalo, en el cual radica su éxito.

La aceptación de la culpabilidad por parte de la víctima no le produce placer. Porque sabe que, si la persona afectada acepta el error que le ha achacado, significa que está aceptando un mal que nunca existió, ya que fue todo fruto de su propia inventiva. Y como solo se les da la razón sin fundamento a los locos o a los tontos, el maledicente lo rechazará desde el desprecio.

No quiere recibir el perdón o la disculpa. Solo quiere percibir el temor y la sumisión del calumniado para sentirse superior a él, ya que así ha logrado su verdadero objetivo:

“Dividir a la opinión pública, creerse poseedor de la única falsa verdad, ser un referente del honor de otros y vivir como los parásitos alimentándose del sufrimiento silencioso de sus víctimas”.

Una vez descubierto a un maledicente, tenemos dos opciones si no queremos terminar siendo sus víctimas, tanto sufriendo sus ataques como creyéndonos sus calumnias:
    • Si le quitamos la máscara desde la lealtad y la valentía, nos estamos ganando su antipatía, cosa que vista la situación tampoco es algo preocupante. Una vez que vea que no nos puede manipular, evitará cruzarse en nuestro camino, pues sabe que podemos buscarle su ruina social.
    • La otra opción para evitar convertirnos en uno más de su club de fans es desde el silencio. Esta elección es válida, pero también peligrosa. El silencio le hará creer que, en el fondo, no le dices nada porque tienes dudas sobre el honor de la persona difamada. Esto también le puede envalentonar. El silencio sin poner límites es una forma de complicidad, aunque en el fondo pensemos que nunca nos va a arrastrar a su bando. Esa es una postura cómoda, pero de bajo perfil de valentía y honestidad hacia la persona afectada. La única ventaja es que no genera más humo y habrá gente que no le llegue la maledicencia distribuida por falta de lío.

La maledicencia en las redes sociales es el pan nuestro de cada día. Es la base de su hacer cotidiano y requiere una serie de connotaciones que habría que tratarla de un modo más profundo a este post. Aunque el objetivo es el mismo: destruir a alguien sin criterio, con maldad y sin clemencia.

La maledicencia, suele tener las patas muy cortas. También sus víctimas que, al ser poco cualificadas intelectualmente, son fácilmente embaucadas con noticias que manchan el honor o la fama de alguien. Pero a causa de la debilidad que tienen por el placer que les proporciona conocer las debilidades, ya sean reales o inventadas, de personas que incluso no conocen.

La maledicencia, por desgracia, también puede estar presente en un matrimonio con problemas de comunicación o de infidelidad. Es muy fácil justificarse con el otro insinuando lo que no es o ha sido y atribuirle al otro las consecuencias de mis errores. Es fácil decir no me acuerdo o decir que te acuerdas parcialmente de algo que pone en duda la honestidad del otro. También es fácil decir las cosas de tal forma, que lleve al otro a una confusión de algo que le puede hacer daño a nuestra pareja si cae en el error inducido.

  • Significado de Maledicencia: Acción de maldecir o difamar a alguien (RAE)
  • Significado de Mentira: Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente (RAE)
  • Significado de Difamación: Información negativa o falsa que se dice en público o se escribe de una persona en contra de su buen nombre, su fama y el honor objetivo de la persona. (RAE)
  • Significado de Calumnia: es la falsa imputación de un delito que da lugar a  una acción Pública. (RAE)
  • Significado de Injuria: afecta al honor de una persona o al honor subjetivo de lo que la gente piensa de dicha persona. (RAE)

 

“Tanto la calumnia como la difamación y la injuria son crímenes contra la verdad de la vida de ciertas personas”

 

 

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Ruptura matrimonial a los 50: ¿Cómo afrontarla y seguir adelante?

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Cuando al atardecer de la vida ya no va a ser posible envejecer juntos

Las rupturas matrimoniales están alcanzando un altísimo porcentaje y están afectando a todos los matrimonios sin distinción de sexo, religión, clase social o edad.

 

Las parejas sufren crisis matrimoniales cada 5 o 7 años desde que se casan y desde que comienzan a tener hijos. 

 

Por desgracia, una de las crisis más irreversibles y que no cuentan con terapia de pareja es la que coincide con la salida de casa de los hijos y la jubilación de los padres.

Esta crisis matrimonial última suele apoyarse en otras crisis anteriores que no han sido resueltas del todo. Por esto, se trata de una crisis que, en lugar de dar lugar a un “renacer en el matrimonio”, lleva a las parejas “al punto de no retorno”, al “entierro del matrimonio”, provocando una ruptura definitiva.

 

Lejos de ser una ruptura pacífica y neutra en cuanto a sentimientos entre padres e hijos, esta ruptura es, sin embargo, una etapa de gran sufrimiento para todos los miembros de la familia. 

Existe la tendencia a pensar que una unión matrimonial de largo recorrido ya no está en edad de empezar de cero en muchos de sus aspectos. Y, por eso, de manera casi inconsciente, se destierra la posibilidad de pedir ayuda con terapia de pareja.

Cuando esta pareja no recupera la estabilidad y ya tiene a los hijos fuera del hogar familiar, provoca en ellos un gran sufrimiento. En efecto, los hijos de estas parejas sufren afectivamente ante la ruptura de sus padres porque se les rompe en muchos casos el modelo de familia en el que crecieron y que ellos, por tradición o por vocación, han comenzado a seguir. Es un camino aprendido de sus padres que, salvo en casos puntuales, les sirve a los hijos como modelo de vida para sus propios proyectos de familia; les generaba seguridad, unas expectativas de felicidad seguras.

Cuando una pareja con muchos años de convivencia juntos decide romper su vida matrimonial, esta decisión, lejos de simplificárseles la vida, les genera una serie de complicaciones en aspectos tales como la habitabilidad, la economía y la vida social. 

A los hijos del matrimonio les ocurre lo mismo: se les complica la relación con sus padres pues deben construir una forma nueva de tratarse con ellos que, hasta entonces, parecía estable y segura. Tienen que duplicar el tiempo de atención y cariño para cada uno; quieren atenderlos pero ahora ha de ser por separado, con todas las complicaciones y diferencias que esta ruptura pueda provocar. Son pocos los casos de parejas rotas que no tengan inconveniente en seguir viendo juntos a sus hijos en distintos eventos o circunstancias, a pesar de estar ya separados.

Igual que a los hijos les cuesta asumir la muerte de uno de sus progenitores y que el que se queda viudo se vuelva a casar, de un modo parecido ocurre en el caso de los padres que se separan después de toda una vida juntos. A los hijos no les resulta nada fácil gestionar los cambios que genera una ruptura como esta, les cuesta muchísimo conseguir vivir su propia vida familiar en relación con unos padres que ya no están juntos. 

Los motivos principales por los que los matrimonios de largo recorrido se separan:
      • Por una infidelidad repetida o cronificada con una tercera persona que, casi siempre, es más joven que la edad de la propia pareja.
      • Por malos tratos físicos que son, con mucha frecuencia, malos tratos verbales o psicológicos. Estos llevan instalados en la pareja muchos años y no se resolvieron del todo pues no se tomaron en serio en su momento. 
      • Por falta de identificación con uno mismo. Con los años y las distintas circunstancias, cada uno ha podido ir abandonando sus compromisos personales hasta el extremo de dejar de conocerse y haber dejado de ”ser quien era”. Esto produce sentimientos muy profundos de “vacío existencial” que, en la mayoría de los casos, se amplifican a causa de la jubilación y la falta de actividad juntos fuera y dentro del hogar.
      • Por desgaste personal, que hace que, con el paso del tiempo, la  profunda admiración por el otro se convierta en un inevitable acostumbramiento acompañado de cierto desprecio por la unión entre los dos.
      • Por la pérdida del sentido no solo humano sino espiritual. Esto hace de la unión de dos personas un amor integrado por su cuerpo y por su alma. Se disocia la forma de amar y solo hay motivos prácticos para estar o no estar juntos. De este modo, “dejan de tocar cielo y tierra” para entender porqué siguen juntos y porqué deben cuidar su unión en su vida en común. 

“Si no se ponen medios extraordinarios, cualquiera de estas causas bastan por sí solas y de manera casi automática para impedir que se vuelva a ser feliz en otra nueva etapa de la vida. En la mayoría de los casos, hacer una revisión de su vida pasada solo genera sentimientos de amargura y apatía afectiva hacia el otro. Esto hace que les parezca inevitable su ruptura matrimonial, como si se tratara de “una muerte anunciada y asumida por las partes.”

En algunos casos, durante esta crisis matrimonial tardía, ambos quieren encontrar una explicación o causa concreta que justifique la decisión de separarse. Pero, lo habitual es que no la encuentren fácilmente, porque la realidad es que la ruptura llevaba fraguándose y pactando con el fracaso de la convivencia desde hacía años hasta que uno de los dos toma la decisión. Esta decisión puede tomarse sin haber encontrado un motivo concreto y claro. O también reconociendo algo que había sido ignorado y ninguneado durante mucho tiempo. Esto provoca finalmente la muerte por inanición de una vida matrimonial de larga duración.

Nadie es culpable o inocente y ambos se sienten responsables de sus omisiones. Y es entonces cuando cualquiera de los dos, en una fecha anodina y sin causa aparente, toma la decisión con frases lacónicas como estas:

“Quiero que nos separemos… Necesito que nos separemos… Formalicemos nuestra separación…”

Cuando escuchas a las parejas por separado en este tránsito de su vida, parejas que están queriendo separarse, en muchos casos te asombra ver cómo, a partir de un momento determinado de su vida matrimonial, que puede pertenecer a un pasado bastante lejano, empezaron a vivir una vida paralela con hijos, amigos, hobbies, viajes. Esto hace que cada uno de ellos cuente un relato sobre su vida en común muy diferente del que cuenta el otro. Esta asimetría da la impresión de que no hayan vivido juntos en algún momento de su vida y que incluso tengan unos hijos en común. Su distancia emocional es tan grande como su distancia física, aunque estén todavía viviendo bajo el mismo techo.

En estos casos, la memoria se hace selectiva y se escora hasta donde uno puede y es capaz de soportar acerca de la verdad de su vida. Finalmente, cuando esa verdad se hace insoportable, cuando los relatos son demasiado dispares, demasiado difíciles de compaginar, acaba por quedar justificada y presentada como necesaria la separación y ruptura entre ambos. Hay una disociación vital entre los dos: en donde uno ve un proceso irreversible, el otro piensa que no es para tanto o es una exageración. Llevan sin comunicarse sus sentimientos tanto tiempo que son dos desconocidos hablando de su matrimonio.

Estas rupturas, en la antesala de la vejez y con un horizonte de un tercio de vida por delante,  no tienen nada que ver con las que se producen en la edad temprana o la edad mediana.

Cuando por la edad, el futuro por ley natural es más corto que el tiempo pasado, se suele tener resistencia al cambio. Ya que los años te hacen tener un nicho de confort que, por pequeño que sea, te da unas mínimas garantías de bienestar y seguridad.

Salir de ese nicho para romper un pacto de convivencia que te daba una cierta estabilidad, aunque estuviera carente de afecto y alegría, produce una terrible sensación de haber perdido el tiempo en la vida, sentimientos de vacío, vértigo y  sensación de incertidumbre, que pueden ser comparables al miedo que se siente al entrar en un quirófano para recibir una operación a corazón abierto y con riesgo de no salir con vida de ella. 

Este tipo de estrés y de ansiedad no sería raro que desencadenase una depresión en uno de los dos o en los dos.

Al separarte de este modo, al atardecer de la vida, es como si te hicieras consciente de que te robaron la vida justo cuando podías haber empezado a disfrutar de una tranquilidad muy deseada desde hacía tiempo, lejos de la carga mental de cuidar y mantener a unos hijos.

Es difícil que, con una separación tardía, puedas tener la ilusión de que te puedan volver a pasar cosas buenas y ser feliz.

Esta nueva necesidad de ser feliz es radical y se manifiesta como si tuvieras que volver a nacer de nuevo pero que, rápidamente, queda incumplida pues uno se encuentra al mismo tiempo padeciendo los achaques de una edad que no desaparecen desde que te levantas hasta que te acuestas. 

Este cambio de vida y este proceso mental, volcado en la búsqueda de una nueva felicidad con la cual superar un fracaso sentimental, no siempre es fácil  de conseguir en solitario. Casi siempre solo es realizable con la ayuda de terapia.

Para salir adelante, los hombres y mujeres que se separan a esta edad tienen que conseguir ver la vida como una segunda oportunidad. Reinventándose y buscando la rectificación personal. Nadie es plenamente perfecto ni totalmente imperfecto. Todos tenemos carencias, hábitos o hemos cometido errores que, probablemente, nos llevaron a esta situación. Y si uno quiere obtener resultados diferentes, tiene que cambiar y mejorar en su vida a nivel personal, para no volver a repetir el mismo patrón que le llevó al fracaso y que ha demostrado no funcionar de manera adecuada. 

Sin rectificación personal es imposible renacer a una nueva oportunidad de vida. Por nosotros mismos, después de una ruptura, seguiremos teniendo las mismas tendencias a vivir otra vez sobre las mismas carencias o hábitos y a cometer los mismos errores.

 

“Nunca es tarde para darnos la oportunidad de mejorar desde nuestros propios errores. Pactar con tus propios errores es pactar con volver a fracasar”

El futuro se presenta suficientemente incierto porque hay que enfrentarse a la soledad y a las limitaciones de salud  propias de la edad. Por esto, fortalecer nuestra vida interior ayudará a que uno pueda reinventarse y mejorar en todo aquello de lo que uno pueda ser consciente.

La soledad es muy mala. La soledad junto a una enfermedad es peor. Así que solo con fortaleza y vida interior es posible recomenzar en esta nueva etapa de vida.

Lo último que debe hacerse es alimentar el rencor y el resentimiento hacia la persona con la que tuviste un proyecto en común durante años. Si a tu ex pareja la ves mejor ahora que cuando estabais juntos, alégrate por ello. Eso te hará sentir mejor y con una posibilidad mayor para ser feliz en solitario, ya que no pudo ser en  pareja hasta el final de tus días.

No hay que desear el mal, el dolor o la muerte de la persona con la que tienes hijos y con la que has compartido durante parte de vuestra vida.

Todos esos pensamientos negativos que te surgen de manera espontánea y que te impiden perdonar al otro, no hacen más que empeorar tu soledad psicológica.

Solo si enfocas tu vida en positivo, se podrá dar lugar a una nueva etapa que, con el tiempo, pueda dar cabida a una buena relación, no ya sentimental, con el otro. E incluso a una amistad con una buena dosis de complicidad para seguir apoyando y queriendo a los hijos tenidos en común.

Más vale una buena separación que un mal divorcio lleno de deseos de venganza mutua. Si no habéis podido envejecer juntos, con rectificación y espíritu positivo es muy probable que “lo mejor esté todavía por llegar”.   

 

 

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Un profesor no es un padre, y el colegio no es el hogar del alumno

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profesor

Hay testimonios que llegan al corazón de quien lo lee porque salen del corazón de quien lo escribió.

Os invito a leer un relato vitalista de un profesor / educador / docente y padre que estoy segura que os abrirá la mente de lo que a diario se vive en las aulas.

Comienza el curso escolar y con él una parte muy importante de la vida de padres, alumnos y profesores.

 

”Un profesor no es como un padre, pero en ciertos casos se me ha obligado a hacer de padre con algunos alumnos que viven en su familia como si fueran huérfanos de padre y madre vivos”

TESTIMONIO DE UN PROFESOR

 

Como profesor de inglés, lucho cada día con el rechazo de los alumnos a aprender una lengua que no es la suya. A veces, eso sí, hay alguna flor en el desierto a la que le gusta la materia. Pero no voy a hablar de temas pedagógicos, ni de la dificultad de la materia o de los dolores de cabeza que nos ocasionan las sucesivas leyes educativas.

Me gustaría dejar un testimonio sobre lo que significa para mí la enseñanza, que es mi vocación y cuyo desempeño es algo que me llena y me realiza como ser humano. Empezaré contando las historias de tres niños cuyos casos me han impactado y hecho reflexionar mucho sobre mi trabajo como docente.

 

    • La historia de N: Una niña delgadita, con ojazos grandes y tristes detrás de una mascarilla, que se sonríen cuando te diriges a ellos. Una alumna inteligente, tímida, pero participativa, con buen comportamiento y un gran talento para dibujar. Hablando con los directivos del centro, me dicen que su familia tiene una situación de pobreza extrema, que reciben alimentos y ropa de Cruz Roja. Teniendo en cuenta la situación, los resultados de esta niña son excepcionales. De repente, un día deja de venir. La semana siguiente, sus compañeros me cuentan que en su pueblo unos gitanos la han insultado y dado una paliza, que la madre de esta niña, en un arrebato, casi atropella a un niño gitano y que, desde entonces, no salen de casa porque están amenazadas. La niña no contesta a mis correos y no vuelvo a saber de ella.

En la sesión de evaluación, se comenta que se han tenido que mudar de pueblo, dejando amigos, trabajo y estudios. Me queda el recuerdo del precioso dibujo que esta niña hizo en una redacción que tenían escribir sobre El ruiseñor y la rosa, de Oscar Wilde. En el dibujo de ese pájaro alzándose al vuelo junto a una flor, quiero ver el espíritu de N., su esfuerzo de alzarse sobre la difícil situación social, económica y geográfica con que la vida la ha castigado a tan tierna edad. Tengo la esperanza de que el gusto por la literatura que le desperté con obras de Oscar Wilde, Charles Dickens, Bécquer y otros clásicos, se convierta en amor por conocer y aprender, y que, con los años, su conocimiento la ayude a salir del mundo conflictivo en que ha crecido y viva feliz y en paz.

 

    • La historia de G: Este caso me impactó. Un alumno bastante revoltoso, hablador, vacilón, en ocasiones violento. No obstante, G. es inteligente y tiene un gran sentido del humor, pero suspende todo y no hace nada en clase. En una redacción sobre su personalidad y descripción física, me escribió mucho más. “Vivo con mi padre y mi hermano, mi padre me pega cada vez que me expulsan del colegio -lo que es muy a menudo-, no hablo ni veo a mi madre porque no me quiere”. ¿Por qué dice eso, G? “De pequeño me dijo que ojalá hubiera abortado y yo no hubiera nacido, además me pegaba de pequeño. Ahora tiene una orden de alejamiento y no la veo nunca. Yo no estudio porque nunca voy a ser nada en la vida. Soy feo”.

Ahora es el segundo año que tengo a G. en mi clase. Aunque sigue gracioso y hablador, está más tranquilo y trabajador. Dice que quiere cambiar y ser bueno. Eso es buena señal, al menos quiere salir de la profundidad del pozo. Sin embargo, la historia de G. me hace reflexionar. ¿Cómo una madre puede decir tal cosa a su hijo? ¿Cómo un niño que ha recibido tales tratos y su propia madre le ha dicho que ojalá no existiera, puede salir adelante? Lo tiene difícil. Mis compañeros dicen que si tuviera otra familia y viviera en otro lugar sería completamente diferente. Pero no es el caso. G. me ha enseñado una cosa: la extrema importancia del amor en la familia, de una familia unida. Y del sufrimiento que una personita que has visto crecer desde que salió de su mamá, puede experimentar por la total falta de cariño. 

 

    • La historia de J: Un alumno de 16 años que todavía está en 2ºESO. El pobre viene a clase porque está mejor aquí que en su casa. Al parecer su padre tiene serios problemas con el alcohol y a su madre le falta un hervor. El niño es muy simpático, infantil para su edad, pero un buenazo y también tontorrón. Al pasar lista, veo sus fotos (sin mascarilla) y un día le dije, “vaya, no te conozco sin mascarilla”, a lo que él me respondió “sí, profe, es que aparte de tonto soy feo”. Me dieron ganas de darle un abrazo de padre. Al hablarlo con compañeros, me dicen la misma expresión “parece un perrete al que no paran de apalearle”.

Los días antes de Navidad, cuando ya muchos alumnos pasaban de venir a clase, él era el único de su grupo que venía. Le pregunté qué iba a hacer en las vacaciones y me dijo que lo de siempre, estar solo en su casa, o en su habitación y que no sale en su pueblo porque aquí no tiene amigos, y que no va a visitar a los que tiene en otros pueblos porque en su casa no tienen coche. “¿Por qué no coges el autobús?, le pregunté. Y su respuesta me sorprendió: “Ah, pues sí, nunca se me había ocurrido”. El pobre no da para más.

Es evidente que este niño está muy dejado, le falta atención y muchísimo cariño. La verdad es que poco más podemos hacer, ya que la situación familiar hace que haya caído en una apatía total y, al cumplir dentro de poco los 17, tendrá que dejar el centro y, o bien ponerse a trabajar, o sacarse el título de ESO en la Escuela de Adultos. Ya le he dicho muchas veces que se esfuerce y al menos se saque la ESO y haga algún módulo. Pero no tiene espíritu. Me da pena pensar en lo que será de este niño en unos años.

 

Los niños me cuentan sobre su entorno y lo que viven en sus pueblos. Han tenido la mala suerte de pertenecer a un entorno desfavorecido donde predomina todo tipo de violencia. Disputas entre clanes gitanos, entre gitanos y payos, tráfico de drogas, prostitución, vandalismo, robos etc. y constantes intervenciones de la Guardia Civil. Para ellos es algo normal, y eso queda reflejado en su forma de hablar, de pensar o incluso en su comportamiento. 

 

He llegado a escuchar a niñas de 4ºESO decir que si no se sacan la ESO, que se meten a stripper, o que vender droga es un buen negocio (clara influencia de su entorno y de las series que ven en Netflix, que tampoco ayudan). O niñas de 2ºESO que quieren “ponerse piercings en los pezones”, pero que han de esperar a “que les terminen de crecer las tetas”. Me vienen a la memoria muchas otras: una profesora en cuyo anterior centro fue amenazada y agredida físicamente por alumnos de determinada etnia y que, al punto de darse de baja por depresión, fue “salvada” por la pandemia, el confinamiento y las clases online. Anécdotas y comentarios hay muchos, como sabe cualquier profesor, pues con lo que vemos y escuchamos podríamos inundar de tinta cientos de miles de páginas.

 

Entiendo que no es lo mismo enseñar en zonas de este tipo que en otras de un nivel socioeconómico superior. El nivel es más bajo, algunos ni siquiera se expresan bien en su propio idioma, y ya no digamos en inglés, la materia que yo imparto. Hay días que no vienen a clase, o si vienen miran por la ventana ensimismados con el campo o sus pensamientos, y no trabajan. No obstante, esto hace si cabe mi labor mucho más atractiva y crucial. Estos niños merecen adquirir un conocimiento que les posibilite crecer, que aprendan que hay más, mucho más de lo que viven en su pequeño y cerrado mundo.

 

Pero mi deber como profesor no es sólo la transmisión de unos conocimientos que se les acumulen en la cabeza. He de conseguir que sepan aplicarlos en su vida, pues con ellos tendrán más oportunidades y vivirán una existencia más rica. Pero, además, dada la conflictiva situación en casa o en sus pueblos, muchas veces ejerzo funciones de padre con ellos: escucho problemas que no tienen que ver con el instituto, a veces incluso me piden consejo, los animo con tal o cual problema, o sencillamente me cuentan cosas sobre su familia y su vida. Al final, te das cuenta de que no sólo eres solo un transmisor de conocimiento para ellos, una figura neutra en un momento determinado en su vida, sino que muchos buscan un referente, algo de lo que carecen en casa. 

 

Por todo lo dicho, se hace vital tomar conciencia de lo que representamos. Por una parte, por nosotros como docentes, para evitar convertirnos en grises funcionarios que van a trabajar, sueltan una perorata y vuelven a casa, esperando al fin de semana, o a final de mes para cobrar, o sin sentir el más mínimo interés por las jóvenes vidas con las que tenemos contacto. Y lo más importante, por los muchachos, debemos perseguir que no solo pasen por el instituto, sino que el centro pase por ellos. Hemos de enseñar lo que estipula la ley, sí, pero también ayudarles a tomar conciencia de la sociedad a la que saldrán cuando terminen de formarse.

Nuestro trabajo no es formar seres sin conciencia que al darse de bruces con el crudo mundo de los mayores, se pierdan y se vean incapaces de reaccionar. Nuestra labor es instruirles, acompañarlos, ayudarles a crecer, a pensar por sí mismos (¡que para ovejas ya hay muchas en las anchas llanuras de Castilla!); en definitiva, a formar personas con alma propia, que sean capaces de buscar la felicidad y de hacer felices a los demás en un mundo que les pondrá muchas trabas. 

 

Cuanto mejor es el colegio y su profesorado, los padres hacen mas omisión de sus obligaciones familiares.
Esta aparente indiferencia de los padres por sus hijos en edad escolar, no ocurre solo en poblaciones marginales sino también en sociedades bien posicionadas.

 

“El colegio no es el hogar de los hijos”

 

Winston Smith

Revisa tu vida personal tanto si tienes hijos y/o alumnos y piensa en que puedes mejorar tu casa, tu aula y el mundo.

 

 

 

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¿Cómo tenéis repartido y cómo fluye el poder en vuestra pareja? Hablemos del Síndrome de Asimetría en la pareja

asimetríaEn cuanto a las relaciones sentimentales, existe la creencia de que “EL AMOR todo lo puede”.

Sin embargo, sin dejar de ser algo muy necesario para llegar más fácilmente a la resolución de un conflicto en la pareja, EL AMOR no es suficiente.

Con mucha frecuencia, en las Terapias de Pareja del Gabinete Sophya, vemos “bonitas historias de amor” que acaban dando lugar a separaciones por incompatibilidad de caracteres.  En la mayoría de los casos, esto se debe a que, a pesar de quererse y de haberse casado enamorados y con la idea de estar unidos durante toda la vida, las parejas terminan por separarse por padecer el:

“Síndrome de asimetría”

La relación asimétrica de una pareja hace que su historia de amor termine haciéndose incompatible con una buena convivencia.

Evitaríamos muchas separaciones y divorcios o situaciones matrimoniales anómalas y, además, muchos sufrimientos, si nos diéramos cuenta de que en  las relaciones de pareja entran en juego además del vínculo afectivo entre la pareja, otros factores casi tan determinantes como la existencia del amor entre los dos.

Cuando una pareja se conoce y se gusta y finalmente apuesta por amarse, empiezan juntos a elaborar un contrato que no tiene fecha ni firma de las partes. Pero que sí tiene, desde el principio, otras marcas. Se trata de aspectos conscientes o inconscientes que generan un tipo de relación entre ambos que debiera ser simétrica pero que en muchas ocasiones no lo es. Estamos hablando de aspectos que estaban presentes desde el principio. Desde el momento en que  empezaron a relacionarse como una pareja ya sea durante el noviazgo o bien ya en el matrimonio. Y que se corresponden con NECESIDADES, CARENCIAS O AFÁN DE DOMINIO DE UNO DE LOS DOS O DE LOS DOS. 

Si en este contrato, y no de manera explícita sino de manera subliminal, uno de los dos se otorga sobre el otro más derechos y potestades y menos obligaciones que el otro, se terminara teniendo una relación de amor con un trato en común asimétrico. 

 

El Síndrome de Asimetría se puede vivir desde una perspectiva horizontal donde solo uno propone en solitario. Y el otro no se implica y siempre se deja llevar por las iniciativas del otro siendo un auténtico lastre para el que siempre propone. 

 

Se puede vivir también desde una perspectiva vertical, donde solo propone uno y no da espacio equitativo para lo que el otro quiera pensar. Hay uno que siempre está por encima del otro como la autoridad que tiene que existir entre un jefe y empleado o un padre con un hijo. 

La verdadera dinámica en un matrimonio debe ser simétrica, compartida y equidistante de MANERA RAZONABLE. Es decir, en la dinámica matrimonial habrá momentos y circunstancias en los que uno debe llevar el peso de la gestión o la decisión.  Habrá otras veces en las que será el otro quien lleve ese peso. Sin embargo, estos momentos y circunstancias reflejan un modo de vivir el matrimonio que es excepcional. En un matrimonio LA FORMA HABITUAL de comunicar y compartir debe ser siempre  de los dos, de forma consensuada, equilibrada y ponderada por la opinión de los dos.

Por mi experiencia profesional puedo decir que, solucionar un problema de asimetría en una relación de pareja, balancear y recuperar el equilibrio o la simetría entre los dos en su forma de gestionar el poder, es mucho más difícil que cuando se trata de una terapia por una infidelidad. 

Las relaciones de pareja sanas deben nacer del equilibrio y la igualdad. Pero, en muchos casos, no se ve o no se quiere ver el problema real y uno cae en el autoengaño. Las parejas se autoengañan, boicoteando el sentido común de lo que está pasando. Acaban viviendo una realidad paralela y generando falsas expectativas ensayando soluciones cada vez que entran en una dinámica tóxica de asimetría.

Durante este tipo de dinámicas de asimetría, es fácil caer en el aprovechamiento de la salud, el dinero o la bondad del otro. Esto genera, desde esta perspectiva, una dependencia emocional muy fuerte en favor del que manda. De este modo, uno va creyendo cada vez con más fuerza  que el funcionamiento de la relación solo depende del otro y pasa entonces a no creerse capaz de ver la vida sin que el otro decida o apruebe lo que el uno hace o decide hacer.

 

El esfuerzo que supone vivir en una relación asimétrica es altamente agotador y uno termina por desconectar para no volver a chocar una vez más.

Lo mismo ocurre con el que solo tira del carro y el otro no se implica. Es tremendamente frustrante. ¿Realmente como fluye el poder en tu relación? ¿Hay equilibrio de poderes?

He aquí algunos de los síntomas de estar siendo víctima de un Síndrome de Asimetría:
      1. Uno de los dos es el que siempre toma las decisiones.
      2. Hay tal distancia emocional que el que se cree en posición de la verdad ya no le interesa lo que le pasa al otro. Simplemente ejecuta desde su realidad.
      3. Hay en la pareja tales roles fijos y estáticos, con tareas bien fijadas, que no admiten una reasignación diferente. O que cualquier intento de cambio de uno genera una fuerte resistencia u oposición en el otro.
      4. Hay uno de los dos que minimiza o invalida de manera habitual los sentimientos del otro. Incluso desacreditándole personalmente en los temas más sensibles para el otro.
      5. Son parejas con serios problemas para dialogar sobre temas importantes por falta de empatía y asertividad hacia el que tiende con mayor frecuencia a ser dominado.
      6. Evitan en lo posible hacer planes solos o salir de viaje. Si lo hacen, entonces van acompañados de otros y así evitan momentos de comunicación de calidad y bienestar equilibrado.

Para estar bajo los efectos del Síndrome de Asimetría no tienen por qué darse todos los síntomas a la vez. Basta con que los dos primeros estén presentes para tener encima de la mesa una grave crisis matrimonial. Si no se ha pedido ayuda a tiempo, se puede entrar en una dinámica de no retorno. Lo que hace de la terapia de sanación matrimonial casi un imposible. En estos casos lo que falla no es la terapia de pareja, sino que lo que falla son los tiempos. El tiempo vivido bajo esa falta de equilibrio de poderes, el tiempo que se ha tardado en reconocer y ser conscientes del problema, el tiempo que se ha dedicado para pedir ayuda especializada.

 

Este es uno de los grandes problemas que, tomados a tiempo, podrían solucionarse y evitar así que se rompan tantos matrimonios. Tenemos etiquetas incompletas o equivocadas hacia los problemas por los que hay que acudir a terapia de pareja.

 

 

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Las relaciones entre padres e hijos a examen

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hijos“Cada uno de nosotros somos lo que hicieron y lo que vimos durante nuestra infancia”

“La familia es un grupo social, con una organización y dinámicas que forman parte de un sistema de creación de vínculos y afectos que permiten a todos los que la forman vivir compartiendo tanto la disciplina como la informalidad al mismo tiempo”

Dentro de lo que es el desarrollo de la conducta humana, juegan un papel muy importante las dinámicas y vínculos familiares. Las distintas situaciones familiares poseen una gran trascendencia para la formación de la personalidad tanto de padres como de hijos, pero principalmente de los hijos.

La creencia más generalizada es que la personalidad empieza a tener huella en cada niño durante los 6 primeros años de su vida. Y esta se va consolidando a través de las experiencias en la adolescencia e incluso también en la edad adulta.

La plasticidad que tenemos durante la infancia es nuestra gran ventaja para aprender y desarrollarnos, pero puede ser también una gran limitación cuando lo que se vive en casa son traumas. En efecto, esta singular plasticidad nos hace sensibles a todo tipo de hechos y circunstancias tanto para bien como para mal.

La plasticidad de cada uno se  va adaptando según sean nuestras relaciones íntimas entre las personas con las que habremos empezado a generar el vínculo del apego nada más nacer.

Gracias al desarrollo de ese apego interior, también podremos desarrollar un sentido de pertenencia a nuestro grupo familiar que nos dará infinitas posibilidades para sentirnos no solo queridos, sino también poder querer a tu círculo más próximo que es la familia. 

Las relaciones familiares íntimas son tan estrechas como intensas y continuas. En estas relaciones los que más cambian son los hijos. Los padres van asumiendo una serie de roles con los que van adaptándose a las distintas edades evolutivas de sus hijos sin que por ello cambie la fuerza de la relación paterno-filial que, como tal,  mantiene siempre un carácter vertical.

En familias con varios hijos tiene lugar un segundo tipo de relación, una relación entre iguales: la relación de los hermanos entre sí. En estas familias los hermanos crecen y conviven en torno a dos dos fuerzas complementarias: la fuerza de la solidaridad y la fuerza de la rivalidad. Por esto, en determinados momentos los hermanos se muestran entre sí como cooperadores y en otros casos como competidores. Ambas vivencias son necesarias para que cada uno pueda delimitar lo mejor posible no solo su lugar dentro de la familia, sino también su futura personalidad y carácter dentro y fuera de la familia.

Dependiendo de cuantas personas participen o vivan próximas al núcleo familiar, se llega a crear “un grupo familiar”. Este tipo de grupo familiar era antes mucho más frecuente que ahora. En la actualidad hay mayor distancia entre unos y otros. Tanto los destinos laborales como la incorporación de la mujer al mundo laboral han hecho que la familia no sea ya un “grupo familiar”, sino una suma de micro-grupos de familias nucleares, unidos en los eventos familiares más comunes.

Cuanto más reducido sea el grupo familiar, menos personas intervendrán cotidianamente. Esto evitará que el niño viva y presencie conflictos de adultos que puedan generar en él los mismos conflictos de sus mayores.

En la actualidad, hay muchos condicionantes que han reducido en gran parte los lazos íntimos con otros familiares cercanos. Ahora el niño es menos espectador más actor de situaciones que no le convienen como menor. 

Tanto la lejanía como la cercanía entre padres e hijos va a ir marcando, por un lado, la interacción sensorial y, por otro lado, la interacción emocional. La interacción sensorial abarca en la infancia la comunicación gestual, la comunicación no verbal y el roce físico. En cuanto a la interacción emocional, con ella entran en juego los sentimientos de amor, rechazo o indiferencia. Todas estas interrelaciones provocan reacciones muy diferentes en los niños. Incluso, las dos últimas pueden provocar sentimientos no deseados para un correcto desarrollo afectivo del niño. 

Por último y no por ello menos importante, entrarán en juego la expresión verbal de ideas, sentimientos o juicios. Este plano más intelectual que también se vive en las relaciones familiares, es muy dependiente de como hayan evolucionado los dos anteriores. Si hay un desarrollo pobre de interacciones emocionales o sensoriales, entonces el desarrollo del pensamiento y de su expresión verbal también será pobre.

En un hogar los padres son los primeros y últimos responsables de dar a los hijos sensación de seguridad y de confianza para que puedan ser personas que sepan asumir los problemas que les traiga la vida.

La sensación de seguridad en la familia abarcará varios ámbitos:
      • Área física (el niño debe tener cubiertos su alimentación, higiene, descanso,  educación y orden).
      • Área psicológica (el niño debe vivir en armonía, estabilidad entre los  padres y con los hermanos).
      • Área afectiva (el niño tiene que sentirse aceptado tal y como es, y sentirse amado en sus limitaciones). 
      • Todas estas áreas hacen que la relación paterno-filial tenga unas reglas de juego para la vida en familia que deben ser respetadas por todos. Así se evita ser una persona socialmente desadaptada donde el niño no  es capaz de tener hábitos de vida dentro o fuera de su familia.

La familia es un microcosmos formado por distintas personas independientes entre sí. En ella el todo no puede valorarse sin valorar a cada una de las partes. Y las partes individualmente tienen cada una un valor en sí mismas que es diferente al todo formado por la suma de las partes.

Para ello, debe existir en cada familia una armonía conyugal básica, que debe mantenerse aunque las familias se rompan. Los padres deben casi por obligación “llevarse bien, estén juntos o separados, haya amor o no entre ellos. La armonía familiar debe basarse en el respeto y el cariño por todas y cada una de las partes que forman la familia nuclear.

Gestionar bien una familia no es fácil porque cada familia está compuesta por una diversidad de roles que evolucionan con el paso del tiempo. Hay que aprender a convivir manteniendo el equilibrio de todas las partes a través de una buena convergencia de intereses por el bien común. 

La familia debe ser la base de operaciones y, al mismo tiempo, debe ser camino de salida. En ambos casos debe ser lo más seguro y firme para todos sus miembros. 

Hay distintos modelos de vivir esta plataforma de vida familiar y depende en gran medida del estilo de vida que quieran proponer los padres:

Hay padres que hacen de la convivencia un “vive y deja vivir o un prohibido prohibir”, con todos los sentimientos que ello puede desencadenar tanto en los padres como en los hijos. Llegando a mantener un ambiente familiar llevado más por los sentimientos y por querer vivir el momento.

Hay otro estilo de padres que viven la armonía familiar desde una intencionalidad educativa basada en normas, disciplina y obediencia razonada y razonable a la medida de la evolución de  cada hijo.

Ambos estilos tienen su metodología y se corresponden con diferentes formas de ver la vida en general.

Ambos estilos tienen unos padres conscientes y convencidos de que están educando a sus hijos en libertad, aprovechando su evolución y buscando siempre para ellos situaciones de mejora.

El punto de diferencia está en qué valores quieren transmitir a sus hijos como una prioridad. Unos se decantan por los valores de la inmediatez y la apetencia. Los segundos se inclinan más por valores que den trascendencia y esfuerzo a la vida de sus hijos.

Las familias en el siglo XXI, no se crean ni con libros de autoayuda ni por medio de conferencias basadas en el buenismo de que “todo lo que quieras hacer, puedes hacerlo”. Esa es la gran mentira educativa de este siglo.  

Hoy en día, el gran reto de una familia es el ser capaz de educar la voluntad y el esfuerzo en positivo desde el amor y la libertad. Y la aceptación de los hijos tal y como son, sin considerarlos “hijos perfectos” o “hijos imperfectos”.

No existen tampoco “padres perfectos o culpables” y, cuanto más nos creamos que podemos serlo, más fácil será que creemos familias  “más infelices”, por la falta de aceptación de toda la diversidad de realidades poliédricas que existen dentro de cada familia.

 

hijos

 

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Crisis de comunicación sentimental o mamparitis conyugal

mamparitis

“El virus de la mamparitis conyugal puede infectar a cualquier pareja que no cuide su comunicación verbal y afectiva”.

La palabra “mamparismo” se define como un estado de inestabilidad mental que puede suceder en determinados marinos cuando llevan largos periodos de tiempo sin tomar tierra y con una permanente convivencia dentro de un barco por motivos profesionales.

Este mismo fenómeno ha ocurrido después de la pandemia en determinados matrimonios. Después del confinamiento por COVID, en muchas parejas se ha quebrado la comunicación sana que antes tenían como matrimonio en su ámbito doméstico.

Este confinamiento ha producido un estado sentimental desequilibrado. Esto debido a la falta de espacio personal y exceso de espacio común en un entorno cerrado,  que, si anteriormente estaba dedicado a desconectar del trabajo y para comunicarse en pareja, durante el confinamiento se convirtió en oficina y lugar de trabajo. 

Siempre que en una pareja se intensifica la comunicación sentimental sin más comunicación con el exterior, la misma comunicación de la pareja se empobrece y se quema por estrés.

A los matrimonios que permanecen encerrados o que se encierran en sí mismos y que no tienen vida fuera les ocurre algo similar a aquellos marinos que permanecen encerrados dentro de un barco sin tocar tierra por un largo periodo de tiempo.

Es verdad que, en principio, para un matrimonio no hay manuales ni protocolos de trabajo como sí los hay entre los marinos. Sin embargo, igual que en los barcos, en un matrimonio sí hay líneas rojas que facilitan y  hacen más amable la convivencia. Las diferencias entre un caso y otro, entre un barco y un matrimonio, se encuentran en el nivel motivacional. 

Una de las motivaciones para no sobrepasar ciertas líneas rojas es por cuidar el buen espíritu de colaboración que se necesita para coordinarse mejor. Esto es común a la convivencia en un barco y a la convivencia matrimonial. 

Sin embargo, aun teniendo estos mismos objetivos, tanto la buena convivencia como el trabajar en equipo, la motivación con la que cuentan los matrimonios va mucho más allá de ganar un sueldo y unas dietas por estar fuera de su hogar, como es el caso de los marinos. 

Aquí no hay una transacción de bienes y servicios. Lo que mueve a las parejas es la mejora y complementación de su vida y su proyecto en común. Este debe estar basado no solo en el respeto, sino también en el cariño y confianza mutua.

Trabajar en un barco no les permite a las personas dejar nada al azar o a la intuición. Todo está protocolizado en tiempos, modos y personas. Y para ello no necesitan poner el corazón en su ejecución porque hay una estructura vertical que sustituye a posibles sentimientos.

En la vida matrimonial existen imprevistos, existe el azar, existen las corazonadas, existe la empatía y la asertividad. Pero, sobre todo, existe el amor que impregna cualquier circunstancia controlable o no controlable. Y todo ello es posible porque las parejas se manejan desde una sistema matrimonial horizontal y entre iguales.

Siendo muy buenas las normas y las disciplinas para cualquier trabajo y vida en equipo, una excesiva rigidez en el matrimonio puede llevarnos a perder vitalidad. Nos hace caer en el peligroso mundo del “acostumbramiento”, donde todo es predecible. Cuando esto ocurre la improvisación es un enemigo para la comunicación serena y tranquila. En estos casos, el asombro ante lo ocurrido es de carácter negativo. Una sorpresa buena nunca tiene espacio y lugar adecuado, no cabe en la vida de un matrimonio que se maneja por horarios, previsiones y todo tipo de preparativos para cualquier cosa.

Es en estos momentos donde el matrimonio corre un serio riesgo de caer en un estado mental de MAMPARITIS SENTIMENTAL. Es entonces cuando empieza a tomar posesión del hogar la irritación desproporcionada, los ruidos como una molestia, los diálogos como interrupciones inoportunas….

Mientras que en un barco no se tiene descanso alguno, sino que el tiempo está siempre cubierto por corre-turnos de cargos y personas, en un matrimonio hay que romper con la actividad sin descanso permanente. Llenar la vida matrimonial de rutinas que garantizan que todo funciona bien y que no incluyen tiempos de descanso para cada uno de los miembros de una pareja. Tiempos en lo que cada uno pueda estar sin hacer nada o desarrollando una actividad lúdica que le de autonomía personal. Entonces se produce entre ambos una inflamación ambiental muy tóxica ya que no se conceden ni tregua ni oxígeno en su vida matrimonial.

4 Consejos contra la MAMPARITIS CONYUGAL:
      1. Regalaos para los dos ESTAR FUERA de las paredes de vuestro hogar 24 horas completas que incluyan una noche (desde las 12 horas de un día a las 12 horas del día siguiente).
      2. Todas las semanas cada uno tiene que tener un mini-plan individual lúdico-cultural.
      3. Haced cada semana un plan juntos donde, de manera alternada, cada uno elija el plan que le guste y no el que le gusta al otro. Así, cada semana vais conociendo mejor lo que le gusta al otro.
      4. Si es posible, tratad de salir todos los meses a cenar, al cine, hacer una actividad o viajar con amigos comunes.

“Si empieza a molestarte hasta cómo coge el otro el vaso de agua mientras come”, es posible que esté entrando en vuestro matrimonio el terrible virus de “Mamparitis conyugal”. No se cura dejando pasar el tiempo, sino cambiando vuestras rutinas de seguridad.

También hablándolo o acudiendo a un especialista en terapia de pareja antes de que sea demasiado tarde.

Hace unos meses publiqué en el canal de Instagram un vídeo dedicado exclusivamente al mamparismo. Incluyo aquí el enlace por si queréis escucharlo o difundirlo entre personas a las que les pueda interesar.

 

 

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El efecto post COVID

covidHemos vivido y padecido los peores momentos de la pandemia y, cuando estamos a punto de salir,  un eco potente  nos devuelve  el pasado haciéndolo presente.

Si bien tenemos la suerte y no es poco, de que esta pandemia está remitiendo y bajando en gravedad, siendo honestos, no frivolizamos con la rebaja de su letalidad. Aún tenemos coletazos de este virus COVID 19.

 

¿Cuáles son?, aparte de los contagios que siguen existiendo en grandes números. Pues algo muy distinto al mero virus: el efecto post COVID.

El tema que desde Sophya acusamos no es este, sino el de las familias que acuden a nuestro Gabinete y sus consecuencias.  El efecto “post crisis COVID” no es de calle, ya que afecta a un ambiente más doméstico:

      • Nuestros adolescentes vienen acusando  una “post crisis de ansiedad” que debería haberse manifestado durante estos dos años y aflora hoy. Ahora que estamos plenamente incorporados en el trabajo, y en escuelas e institutos tenemos la libertad de usar o no la mascarilla, es cuando estamos tocando la realidad, los miedos, fobias y problemas no resueltos.
      • El adolescente vive con mayor o menor ansiedad la crisis normal de esa etapa evolutiva, con subidas y bajadas necesarias en su desarrollo. Y hasta aquí todo normal por ser un comportamiento adaptativo. Sin embargo muchas familias, saturadas por la gestión y medidas de protección externas, olvidaron que hay que filtrar la entrada en el ámbito de la familia. Son ellos mismos quienes conocen y saben llevar a sus hijos, cuidarles y traducirles las medidas político – sanitarias, de puertas adentro.

Muchas familias se vieron delegando forzosamente la educación en el control del Estado. Y no supieron ver que, mientras nos estaban sustituyendo la relación directa por la relación virtual,  se generaban otro tipo de problemas y frustraciones.  Las familias  no llegaron a tiempo de prever esto. Tal vez por el shock inducido desde el exceso de medidas de protección y control. También de leyes limitantes, multas, donde la desinformación y desconfianza permanente, presentaban a los demás como enemigos. No se conocía el efecto desestabilizador en el desarrollo emocional de los más vulnerables, quienes por su  momento evolutivo  necesitan referentes de autoridad y garantías de seguridades.

A los padres les ha faltado esa ayuda para el cuidado interno de sus hijos adolescentes que acusaban carencias en la relación con sus homólogos en edad. Y confiaban que todo se pasaría.

La familia, los padres han estado muy necesitados de apoyos para saber reorientar la educación afectiva de sus hijos, y gradualmente llevarlos a la normalidad: desde leyes de convivencia, tolerancia y límites educativos: horarios, encargos en la casa, juegos en familia, más conversaciones y más explicaciones.

Se están presentando comportamientos y conductas culpabilizadoras de padres a hijos, de hijos a padres, entre hermanos, provocadas por el modo de gestionar la crisis últimamente. Seguimos haciendo de rastreadores de un virus que favorablemente no tiene letalidad inicial.

No se trata de buscar el control de lo que no tenemos controlado, señalando culpables fuera. Porque eso nos lleva a conclusiones inciertas. Por mucho que nos auto convenzamos de ello, esto no nos permite avanzar en la educación de los hijos. Eso es lo que ha generado un aumento de las crisis de ansiedad y problemas en adolescentes como autolesiones, fobias y depresiones.

No hemos llegado tarde. Simplemente estamos a tiempo de ayudarles puesto que es ahora cuando están surgiendo peticiones de ayuda. Y es ahora cuando desde la objetividad podemos empezar a ponerle remedio.

 

Noemí Merchán Yuste
Coach de adolescentes
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La familia es el vínculo natural que nos conecta con la vida y con la muerte

muerte
Si algo tenemos claro las personas, es que todos nacemos para morir, todos tenemos fecha de nacimiento y tendremos fecha de fallecimiento.

La muerte nos llega a todos por igual, sin distinguir ni edad, ni raza, ni familia ni condiciones económicas.

Hay dos cosas que hacen de cada muerte algo muy personal y singular: por un lado, cada uno de nosotros somos personas únicas, irrepetibles e insustituibles tanto por nuestra forma de vivir como por nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno y, por otro lado, las circunstancias que nos rodean hasta nuestra muerte.

Todos nacemos queriendo vivir y, a lo largo de la vida, tenemos que prepararnos para una muerte “sana afectiva y emocionalmente hablando, aunque muramos por enfermedad”.

Es importante aceptar nuestra muerte y prepararnos saludablemente, desde el punto de vista tanto humano como espiritual, pues solo podemos “morirnos amando lo vivido o morirnos odiando la muerte o rebelándonos contra ella”.

Todos nacemos y crecemos habitualmente dentro de una familia con más o menos número de miembros. Mientras crecemos, cada miembro va diversificándose y formando otros núcleos familiares, independientes al de tu familia de origen.

En cualquier familia existen dos formas de relación entre iguales que son muy importantes para relacionarnos durante nuestra vida. Ambas nos ayudarán a seguir evolucionando con autonomía dentro y fuera de nuestra familia.

Tanto estos vínculos primarios horizontales, que se crean entre hermanos mientras crecen o, en la pareja, desde que forman una familia o un proyecto en común, como los vínculos primarios verticales que se generan entre padres e hijos, todos ellos darán lugar a que, ante el fallecimiento de uno de los miembros de la familia, se produzca una gran catarsis afectiva para el conjunto que formamos todos. 

No es lo mismo que fallezca un padre o un hijo, una madre o un hermano, que un amigo o un compañero de trabajo. Son vínculos diferentes y, como tal, sus muertes las viviremos cada uno de manera diferente.

Enterrar a un hijo no es lo predecible porque el ciclo natural de la vida nos lleva a enterrar primero a nuestros padres. En consecuencia, cuando muere un hijo antes que sus padres, tenga la edad que tenga, se produce un profundo desgarro.

Por otro lado, la muerte de un padre o una madre significa mucho para cada uno de los hijos. Porque esos padres van a dejar una huella en sus hijos que sobrevivirá a su muerte durante todos los años que sus hijos sigan viviendo. La influencia de esa huella puede llegar hasta los hijos de los hijos. Incluso sin que estos últimos hayan conocido personalmente a sus abuelos, pues pueden haber recibido el influjo de la trayectoria de sus abuelos a través de los padres. Conocer a los abuelos y ser conscientes de que mueren y aceptarlo es parte del desarrollo evolutivo de una persona dentro de su propia familia. Ver fotos de unos padres o unos abuelos que no has conocido porque fallecieron antes de que tuvieras consciencia, no es lo mismo que si has convivido y querido a tus padres o abuelos estrechamente.

La muerte de un hijo puede ocurrir nada más nacer, si su nacimiento era incompatible con la vida. Puede ocurrirle en su infancia o en su etapa adolescente, por accidente o enfermedad. O también puede ocurrir en su vida de adulto por los mismos motivos y antes que sus propios padres.

La muerte produce un desgarro enorme porque la muerte de un hijo, de un padre o de un familiar no se experimenta como algo bueno. Nadie está del todo preparado para dejar de seguir viviendo con esa persona a la que nos une la filiación familiar.

Para superar la muerte de un ser querido necesitamos pasar por un “duelo” a la medida de la persona, circunstancias y la cercanía que teníamos con ella.

Es normal sentir nostalgia durante mucho tiempo o incluso, de un modo indefinido, por su falta de presencia real. Los recuerdos nos hacen echar de menos a esa persona en fechas o lugares que significaban mucho para él y al rememorar anécdotas que nunca más volverán a repetirse.

Según como los vivamos y revivamos, los recuerdos no nos dejarán aceptar la muerte de esa persona, porque nos hacen mantener viva su memoria.

No es malo recordar así. Lo que es perjudicial es encerrarse en los recuerdos y pensar que la vida no sigue sin esa persona viva.

¿Cómo vivir después de la muerte de un ser querido?

La verdad es que, con cada muerte, la vida de los demás se altera y se reordena en el tiempo.

Cómo puedo superar la muerte de un ser querido:
  1. Aceptando que ya no está.
  2. Aceptando que ya no va a volver nunca.
  3. Aceptando que puede estar vivo en tu memoria.
  4. Aceptando que tú eres parte de aquel que se fue y que tienes que seguir adelante.
  5. Aceptando que puedas hablar de dicha persona sin nostalgia y sin apego tóxico a los recuerdos.
  6. Aceptando que, si tienes fe, esa persona te está esperando y que, mientras tú vives, él o ella puede seguir queriéndote y dándote fuerza desde el cielo.
  7. Aceptando también que existen personas que hicieron daño y que no debes manchar su memoria por ello, sino no tenerlas presentes en tus conversaciones.
“Si no puedes hablar bien de un ser querido, es mejor no hablar nada de él con nadie, porque no somos quien para juzgar a nadie y mucho menos si ya está muerto.
Si puedes hablar bien de un ser querido, cuenta cosas para que esté en la memoria del resto de la familia y hacer de una buena vida una vida ejemplar para otros”

 

 

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