
Cómo establecer normas en familia para un uso responsable de las pantallas
(y evitar que las TIC interfieran en el estudio y la convivencia)
Cada vez más familias me cuentan en consulta que las pantallas están ganando demasiado espacio en casa. No son el enemigo, pero sí pueden alterar el orden familiar si no se usan con cabeza.
Las normas no son castigos, son acuerdos que nos ayudan a vivir mejor juntos.
Cuando los padres marcan un rumbo claro, los hijos aprenden a autorregularse y a convivir con responsabilidad.
Las pantallas no son el enemigo, pero necesitan límites
Las pantallas forman parte de la vida diaria y del aprendizaje. No se trata de prohibirlas, sino de enseñar a nuestros hijos a usar la tecnología sin que les use a ellos. Cuando no hay límites claros, la pantalla acaba mandando en los horarios, en el descanso y hasta en el humor familiar.
Antes de establecer normas, recomiendo observar cuánto tiempo pasan los hijos frente a la pantalla y para qué la usan. No se trata de controlar, sino de comprender su mundo digital para poder acompañarlos mejor.
Las normas se construyen en familia
Las normas son más eficaces cuando se acuerdan, no cuando se imponen. Reunirse en familia para hablar de horarios, estudio, descansos o juegos digitales es una forma práctica de enseñar responsabilidad.
Algunos acuerdos que suelo proponer en casa o en consulta:
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No usar el móvil durante las comidas.
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Mantener las pantallas fuera del dormitorio por la noche.
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Estudiar sin distracciones digitales.
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Diferenciar el tiempo de semana del de fin de semana.
Cuando los hijos entienden el porqué de una norma, la aceptan mejor. El objetivo no es castigar, sino proteger su bienestar y ayudarles a organizar su vida.
Los padres también tenemos que desconectarnos
De poco sirve exigir a los hijos que apaguen las pantallas si los adultos seguimos pendientes del móvil a todas horas. Nuestros hijos aprenden más de lo que ven que de lo que oyen. Por eso, una de las normas más poderosas es la que nosotros cumplimos primero.
Yo suelo decir que la autoridad educativa nace del ejemplo, no del enfado. Si queremos que nuestros hijos estén presentes, también tenemos que estarlo nosotros.
Propongo reservar momentos familiares libres de pantallas —una cena, un paseo, una tarde de juegos—. Son pequeñas pausas que reequilibran la convivencia y fortalecen los vínculos.
De las pantallas al estudio: enseñar a organizar el tiempo
El problema no es solo cuánto tiempo se pasa frente a la pantalla, sino qué tiempo se pierde cuando no se sabe usarla bien. Cuando un hijo aprende a organizar su tiempo digital, también aprende a organizar su tiempo de estudio y de descanso.
No se trata de estudiar mejor porque le quitamos el móvil, sino de que aprenda a decidir cuándo usarlo y cuándo no. La verdadera autonomía nace cuando un adolescente es capaz de autorregularse.
Una herramienta útil es crear un “plan de pantallas y estudio” visible en casa. En él se pueden incluir:
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Horario de tareas.
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Tiempo de descanso y ocio digital.
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Compromisos personales (“si cumplo mis horarios, puedo jugar una hora el sábado”).
Reforzar lo que hacen bien
A veces los padres nos centramos más en los fallos que en los aciertos. Pero educar también es reconocer lo que sí funciona. Cuando los hijos cumplen las normas, es importante valorarlo: con palabras, gestos o pequeñas concesiones de confianza.
No se trata de premiar con más pantallas, sino de hacerles ver que su esfuerzo mejora la convivencia. Los hijos necesitan comprobar que cumplir tiene sentido y consecuencias positivas.
Las normas familiares no son una lucha de poder, son un marco de convivencia que nos ayuda a todos.
En un mundo tan digitalizado, educar no consiste en desconectar, sino en acompañar desde el criterio y el ejemplo.
Educar con normas es una forma inteligente de amar:
no para controlar su tiempo, sino para enseñarles a darle sentido.
Este artículo ha sido redactado por Sara Pérez-Tomé, especialista en asesoramiento en pareja, familiar, personal y educativo.
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